¿DÓNDE?


¿Me extravié en la fiebre?

¿Detrás de las sonrisas?

¿Entre los alfileres?

¿En la duda?

¿En el rezo?

¿En medio de la herrumbre?

¿Asomado a la angustia, al engaño, a lo verde?...

No estaba junto al llanto,

junto a lo despiadado,

por encima del asco,

adherido a la ausencia,

mezclado a la ceniza,

al horror, al delirio.


No estaba con mi sombra,

no estaba con mis gestos,

más allá de las normas,

más allá del misterio,

en el fondo del sueño,

del eco, del olvido.


No estaba.


¡Estoy seguro! No estaba.


Oliverio Girondo.





Hace tiempo ya que estoy enganchada a las letras de Oliverio Girondo, lo conocí gracias a la película de Dario Grandinetti: "El lado oscuro del Corazón", desde ese día una luz volvió a iluminarse en la estantería polvorienta donde habitan otros malditos olvidados, y lo que siento ahora es algo casi obsesivo, la última vez que fuí a la casa del libro no pude contener las ganas de reventar el bolsillo y me llevé de golpe: "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía", "Calcomanias" y "En la Másmédula". Me quedé sin 1 céntimo en 15 dias, pero fuí feliz.

Ay! cuan grande fué éste tipo, me siento tan identificada con su melancolía incongruente, con el tedio virulento que invade cada una de sus tintas, con su falta de cordura, me encanta, me embelesa, me eleva!



El puro no


El no
El no inóvulo
El no nonato
El noo
El no poslodocosmos de impuros ceros noes que
noan noan noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
sin poros ya sin nódulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no.

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Lo cotidiano, sin embargo, ¿no es una manifestación admirable y modesta de lo absurdo?
Y cortar las amarras lógicas, ¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura?
¿Por qué no ser pueriles, ya que sentimos el cansancio de repetir los gestos de los que hace 70 siglos están bajo la tierra?
Y, ¿cuál sería la razón de no admitir cualquier probabilidad de rejuvenecimiento?
¿No podríamos atribuirle, por ejemplo, todas las responsabilidades a un fetiche perfecto y omnisciente, y tener fe en la plegaria o en la blasfemia, en el albur de un aburrimiento paradisíaco o en la voluptuosidad de condenarnos?
¿Qué nos impediría usar de las virtudes y de los vicios como si fueran ropa limpia, convenir en que el amor no es un narcótico para el uso exclusivo de los imbéciles y ser capaces de pasar junto a la felicidad haciéndonos los distraídos?

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