SEGUNDA DESOLACIÓN
Te hemos visto,
tan inclinada ante la sangre que se rompe el mundo
en grutas de túmulo y de hombre.
Te hemos oído rodando por las calles,
en los carros llenos de veneno que despedazan cosas,
en la tierra hecha un semillero de ojos espantados,
con toda la angustia enredada en el alma,
ante un quejido como de lobo,
un quejido de sangre interminable.
Te hemos visto,
incendiando casas,
fusilando ojos.
Y un hombre que sale huyendo
de la tierra de su origen.
Sólo la tristeza sentada en tus raíces,
las explosiones y los llantos.
Tu grito nos hace huir como abejas ante el humo.
Tu grito lleno de almas rotas,
consumido en fiebres de cuerpos desmembrados.
Te hemos oído viniéndote
por todo el odio inhumano,
como un estiércol que nos llena,
como si algo en su gruta de sombra
pareciera perpetuarse.
Cruzas en el viento y en los ríos,
como un caballo dirigido a ninguna parte,
un galopar de cosas queridas que se pierden.
Llegas en el hombre sin mundo,
en las manos sin uñas,
en las ruinas sin luz.
Te hemos oído,
como un tambor en el pecho,
en las sílabas de muerte,
rendidos ante un viento que no sentimos.
Un viento sin dios y sin hombre,
un remolino de hojas albergado en los ojos,
humano—inhumano de bruces
ante la angustia desheredada.
Ilustración: "Dolor" por Oskar Zwintscher {1898}.
Texto: Joehan Romero.
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